Silencio
l silencio es un bien escaso hoy en día. Nuestra sociedad se está convirtiendo en un depositario de ruidos por doquier que dañan nuestra tranquilidad irremediablemente. Ayer escuché por televisión una especie de prédica donde se hablaba acerca del valor del silencio como medio para la reflexión y la meditación, y se criticaba a la “sonoridad” de nuestra sociedad como una especie de barrera para bloquear esa posibilidad de pensar acerca de nosotros mismos. Suena interesante.
Efectivamente son esos escasos momentos de silencio los que nos permiten pensar acerca de cosas que, no estando en el ámbito de la cotidianeidad, nos son útiles para nuestra esencia de personas; sí, aquello en lo que nunca pensamos dirigidamente pero que nos hace ser personas y no meros mamíferos racionales: creencias, ilusiones, deseos, proyectos. Muchas veces nos envolvemos en sonidos (música, carretes, películas) para no dejar espacio a que nuestra mente explore áreas que tememos que en algún instante nos provoquen dolor, de ese que no se pasa con analgésicos. El problema está en que dichas áreas dolorosas no dejan de estar ahí por el solo hecho de que las ocultemos o las tapemos con ruidosos distractores.
Por otra parte nos es extremadamente fácil culpar al empedrado: que los programas de televisión son todos ruidosos, que la música actual es estridente, que los vecinos ponen la música a todo volumen, etc.; pero basta con que apaguemos todo y esperemos a que el vecino se aburra para que podamos conectarnos con nosotros mismos, con nuestra individualidad, y nos encontremos cara a cara con aquello que no queremos ver, pero que nos vigila a cada instante: nuestra esencia. Los invito a darse el tiempo de silencio necesario para volver a ser personas. Saludos sangrientos.
Efectivamente son esos escasos momentos de silencio los que nos permiten pensar acerca de cosas que, no estando en el ámbito de la cotidianeidad, nos son útiles para nuestra esencia de personas; sí, aquello en lo que nunca pensamos dirigidamente pero que nos hace ser personas y no meros mamíferos racionales: creencias, ilusiones, deseos, proyectos. Muchas veces nos envolvemos en sonidos (música, carretes, películas) para no dejar espacio a que nuestra mente explore áreas que tememos que en algún instante nos provoquen dolor, de ese que no se pasa con analgésicos. El problema está en que dichas áreas dolorosas no dejan de estar ahí por el solo hecho de que las ocultemos o las tapemos con ruidosos distractores.
Por otra parte nos es extremadamente fácil culpar al empedrado: que los programas de televisión son todos ruidosos, que la música actual es estridente, que los vecinos ponen la música a todo volumen, etc.; pero basta con que apaguemos todo y esperemos a que el vecino se aburra para que podamos conectarnos con nosotros mismos, con nuestra individualidad, y nos encontremos cara a cara con aquello que no queremos ver, pero que nos vigila a cada instante: nuestra esencia. Los invito a darse el tiempo de silencio necesario para volver a ser personas. Saludos sangrientos.
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